Otro Cuento Triste de Amor

En todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en el que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. ― Ernesto Sábato, El túnel

Uno de los momentos más memorables con mi madre es el siguiente; yo llegaba a mi casa descontrolado y sofocado por una relación que casi me llevaba a la tumba, y ella después de escuchar un discurso emocional y descontrolado donde daba mis irracionales argumentos para buscarla y estar con ella, me diría; “Si yo supiera que esa muchacha es buena para ti, si supiera que será una buena compañera de vida y es lo que realmente te hará feliz, te lo juro que yo fuera y la buscara a su casa y la trajera en este momento contigo”. 

Escuchar un discurso de ese tipo de una madre que siempre ha sido complicada para mostrar sus emociones y poco invasiva con las decisiones de sus hijos, fue una sorpresa y a la vez una revelación de que realmente toda la vorágine de emociones y de pensamientos que en aquellos momentos mi cuerpo presenciaba eran una realidad que debía soportar, y seguir adelante.

No sé si todos, pero si la mayoría hemos vivido relaciones de pareja que han llegado a modificar nuestra realidad psicológica y emocional más allá de lo explicable. Muchas veces me he preguntado a mí mismo: ¿Por qué una persona puede llegar tanto a incrustarse en tu mente y ser como una presencia que está ahí 24 horas al día, modificando pensamientos, actitudes y formas de vida?, y aunque puedas levantarte todos los días y ser funcional; estudiar, tener un trabajo, quizá hasta leer y escribir con consciencia, encima de todo pensamiento y acción está la imagen de esa persona, omnipresente. Muchas personas e incluso el arte y la música han nombrado a esto como amor -es curioso la infinidad de canciones que relatan tan bien está forma de vivir-, sin embargo, también se le puede llamar dependencia, relación toxica (como coloquialmente se ha puesto de moda decir en redes sociales), pero yo lo podría llamar incluso esclavitud. 

Durante meses, me he preguntado y he reflexionado el por qué puede pasar lo anterior, en soledad y junto a amigos he discutido sobre el tema, y creo que más allá de las ideas idealizadas del amor a primera vista o el amor platónico donde dos personas están destinadas a estar juntos, creo que es un fenómeno en extremo complejo y multifactorial, pero que en mi experiencia podría reconocer tres factores.

1.    Contextuales: analiza la dinámica de hábitos, pensamientos y formas de vida que tienes en el momento que comienzas una relación y probablemente tu relación se tornará de la misma manera que está tu vida.

2.    De personalidad: Existen formas de querer y apropiarse de nuestras emociones no tan sanas hacia los demás que hemos construido desde la infancia y que, por no entenderlas, reflexionarlas y explicarlas, siempre han estado ahí, como un cofre de emociones y pensamientos que nunca hemos abierto por miedo, y al final sin darnos cuenta terminan dañando nuestra relación.  

3.    Química: Esta parte es más difícil de explicar, pero creo que existe entre dos personas que construyen una relación de este tipo, una atracción peligrosa, una química sin igual, que no tiene que ver con el físico, sino con algo más allá, con una necesidad insana de poseerse. Esto es peligroso, porque las consecuencias que esto puede traer más allá del placer sexual y la felicidad aparente del momento, son emociones básicas y animales; como los celos y la infinita necesidad de poseer.

Y lo  más complicado de entender de estas relaciones o cualquier forma  de vivir, es que la mente humana se acostumbra a cualquier cosa,  incluso si se trata de vivir en la esclavitud, a vivir en el desorden, en la tristeza y el coraje perpetuo e incluso en la violencia; el caos se vuelve una necesidad o como ya en reiteradas conversaciones lo he dicho; la inestabilidad se convierte en la estabilidad, llega el momento donde nos acostumbramos tanto a vivir en el caos que sin él no somos funcionales, que se vuelve parte de nuestra estructura emocional y racional. 

Pero vencer estos destinos fatídicos y dignos de tragedias griegas no es imposible, y aunque se sienta que la vida ya no tiene sentido, lo que nunca debe morir es la esperanza; la idea de que se puede vivir más sano y sobre todo más libre emocional y psicológicamente.  Y sinceramente la respuesta no está en matarse de alcohol o de drogas y tampoco está en el famoso “Un clavo saca otro clavo”, que quizá en el placer y deslumbramiento de conocer una nueva persona pueda parecer la solución, pero que a la larga invariablemente siempre llevará a un destino fatídico, como mis propios ojos me lo han demostrado.  Sin embargo, podría articular algunos puntos que podría reconocer como puntos de partida para el cambio.  

1.    Levantarse todos los días y hacer lo mismo:  aún con el esfuerzo que sea necesario, aunque nos sintamos de la mierda y una basura, hacerlo; levantarse de la cama, bañarse, ponerse la mejor ropa todos los días, ir al trabajo o a la escuela sin excusa ni pretexto. Aunque todo a nuestro alrededor lo veamos como una pesadilla en donde solo nuestro dolor existe, eso último con el tiempo cambiará, solo levántate a diario.

2.    Siempre apostar por el camino sano: siempre opta por el camino sano y no el destructivo, por ejemplo, aunque suene muy trillado, hablarlo y hablarlo e incluso pensar en ir con un psicólogo se convertirán en medicinas que mediante el discurso y las palabras empezaran a modificar tu estructura mental y emocional tan dañada, y mediante el ejercicio físico conforme tus piernas duelan más y tus músculos sientan el levantamiento de cada pesa, sentirás que algo dentro de ti se libera. Estos hábitos son mejores que matarte de alcohol o contraer una ETS en la búsqueda de placer inmediato para liberar dolor.

3.   Los verdaderos amigos: el enamorado se pierde en su propio mundo y se olvida que existen otras personas, y en su enamoramiento egoísta olvida que los verdaderos amigos ahí están, aprovechemos una de las mayores virtudes del hombre; disfrutar el tiempo con sus semejantes. No tengas miedo en demostrar tus sentimientos, dolores, háblalos y demuéstralos.

El desprendimiento y el cambio duelen; quema y arde, como si te arrancaran literalmente algo del pecho. Si fuera fácil, todas las personas optaran por el cambio y no por la comodidad. Sin embargo, con el tiempo, después de que aceptas que nunca más estarás con esa persona y de que además el coraje por cualquier situación del pasado y la sensación infinita de extrañar su olor, su risa, la sensación de su piel y su voz se van difuminando, aceptas que, aunque el final haya sido un huracán doloroso y lleno de sensaciones negativas, reconoces que también hubo buenos momentos, risas, aventuras e incluso hasta comprensión, comunicación, sueños, risas, o al menos en mi caso.  Y aunque tu necesidad infinita de autodestrucción siempre quiera ver todo como una tragedia, entenderás que también a momentos fue una comedia.

Cuando comprendes eso último, entiendes que quizá toda esa toxicidad, desorden y caos que sentiste haber vivido, fue algo que tus propios miedos, demonios y carencias fueron construyendo, primero en tu mente para luego pasarse a la realidad y convertir esa relación en otro cuento triste de amor.  

Y quiero pensar que no para siempre, seguirás sintiendo esa aterradora sensación de que enfrente de ti aún ves la calle que conduce a su casa y de que aún puedes llegar y hablarle, abrazarla o poner sus pies sobre tus piernas, y sentir su calor, su olor y la sensación de tu piel con la suya y la inmensa y enferma tranquilidad que te traía. Para luego caer de golpe en la realidad y saber que eso ya no existe y nunca pasará porque es parte del pasado y ahí se debe quedar.  







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